lunes, 9 de noviembre de 2020

LA CASA MORISCA DE ABEN HUMEYA

SEDE DE LA FUNDACIÓN CARLOS BALLESTA LÓPEZ

        La Fundación Carlos Ballesta, entre sus espacios expositivos y culturales, cuenta con un importante edificio de los siglos XV-XVI. Se trata de una casa morisca insertada en el Albaicín que, con el paso del tiempo, fue denominada como la Casa de Aben Humeya. Esta denominación debió producirse popularmente, a partir de la noticia de Hurtado de Mendoza en su Guerra de Granada, en la que dice que D. Fernando de Válor –Aben Humeya– fue nombrado rey de los moriscos en el Albaicín en la casa del Hardon, de donde se extrapoló posteriormente que esa casa podría ser la que nos ocupa.

 

Vista del exterior de la casa morisa de Aben Humeya hacia 1940

 

        La realidad es que la casa se encuentra en un espacio urbano de gran interés histórico para comprender la evolución del actual Albaicín y cercano a uno de los lugares más significativos en las rebeliones de los moriscos en Granada. Con respecto a su situación, hemos de decir que el edificio se encuentra en un vértice del recinto de la Alcazaba Qadima o Alcazaba Antigua, construido sobre la muralla zirí de la primera mitad del siglo XI; es decir, estamos en un punto de quiebre de la muralla fundacional que, partiendo de Bab Qastar, actual ermita de San Cecilio, buscando el sur llega hasta el Carmen de Aben Humeya para girar hacia la plaza de las Escuelas, coger la línea de la calla San Juan de los Reyes y juntarse con San Gregorio mediante la puerta de los Estereros, recorrer toda la línea por encima del Cenete hasta llegar a la Puerta Monaita y de ahí, por la cuesta de la Alhacaba, volver a unirse con Bab Qastar. Estamos, por tanto, intramuros del primer asentamiento zirí de la ciudad. Poco después, en la segunda mitad del s. XI, esta muralla tuvo que ser ampliada con una nueva cerca que, desde la cercana plaza del Abad, buscaría la cuesta del Chapíz y el cauce del Darro, para dar cobijo a un nuevo asentamiento denominado el barrio de Axares; por lo que la muralla primitiva perdería su importancia militar y se iría amortizando con el tiempo, favoreciendo la implantación de caserío apoyado en su importante construcción. (ORIHUELA, 2014)

 

Detalle de la Plataforma de Vico en la que se aprecián las casas construidas junto a la muralla y volcadas sobre la iglesia de San Juan de los Reyes, que ocupan el espacio de la Casa de Aben Humeya.

        Por otra parte, como hemos dicho más arriba, la casa se encuentra muy cercana a la plaza del Abad, dónde tuvo la entrada el Hospital de Moriscos que sería sustituido por el Convento de San Agustín, cerca de la antigua mezquita aljama –actual colegiata del Salvador– y la casa de la doctrina, dónde los jesuitas catequizaban a la población morisca. Es decir, en pleno centro de las más importantes instituciones posteriores a la toma de Granada que afectaban a la población de origen hispanomusulmán. Además, en la plaza del Abad se sofocó la primera rebelión de los moriscos del barrio, en la Navidad de 1499; rebelión producto de las afrentas que el Cardenal Cisneros comenzó a realizar en la ciudad y que fue apaciguada rápidamente por el arzobispo Talavera y el Conde de Tendilla. Pasado el tiempo, en 1568, esta plaza volvió a ser uno de los sitios dispuestos por los moriscos para hacer una concentración de fuerzas y dar origen a la que sería la Rebelión que acabó con el decreto de expulsión de 1570, promulgado por Felipe II.

  

Detalle en el que se aprecia como se levanta la casa sobre los restos de la muralla zirí.

 

                Pues bien, en este emplazamiento y utilizando como cimientos la propia muralla, se levantó un conjunto de casas de las que solamente nos han llegado dos: una, junto al torreón de la calle Guinea, que llegó en tal estado de deterioro que tenía orden de derribo, pero que se salvó tras una importante rehabilitación y la casa principal que, pese a llegar al año 1996 -fecha en que la adquiere Carlos Ballesta- en un lamentable estado de conservación, se consiguió recuperar en todo su esplendor. 

 

En esta foto, de los años noventa del siglo XX, se puede apreciar el grave estado de deterioro al que había llegado la casa a lo largo del tiempo.
 

            La casa es de pequeñas dimensiones, a la escala morisca, en oposición a la casa castellana, conserva un patio ligeramente rectangular con cuatro crujías, dos de las cuales –las situadas a norte y sur– son porticadas, siendo la norte más elevada que la sur para recoger la luz del sol en invierno y disfrutar de las vistas de la Alhambra.

 

Vista del pórtico norte

                 El pórtico norte se abre mediante una gran viga de madera que salva todo el vano, apoyándose en dos zapatas de tradición gótica con talla trilobulada que carga un escudete y trifoliadas en sus cantos, que apoyan directamente en dos pilares de ladrillo ochavados. Sobre este cenador, una hilera de puntas de viga con forma aquillada y, por encima, se abre la galería superior con balaustrada, pies derechos ochavados, tallados con mocárabes y zapatas labradas con lóbulos que cargan una flor de cuatro pétalos. La techumbre de la galería es un interesante alfarje de vigas agramiladas en pendiente, para verter las aguas, que se rematan en canecillos finamente labrados a juego con las zapatas. El alero plano está constituido por una tablazón corrida y sencilla que deja ver en las entrecalles una preciosa decoración geométrica, probablemente una inscripción en caligrafía cúfica, milagrosamente conservado.

            

Detalles de algunas de las inscripciones geométricas conservadas en el alero norte.

            El pórtico sur, muy estrecho, está soportado por dos pilares de ladrillo de los que sobresalen unas dobles zapatas en forma de “S” típicas del siglo XVI y de estilo renacentista. El pequeño alfarje que lo cubre está decorado con vigas agramiladas, hoy día repintadas. Las puntas de las vigas forman un estrecho alero y sus cabezas están rematadas en forma de proa. La galería superior consta, al igual que la del pórtico norte, de balaustrada, pies derechos y alfarje, con canecillos similares a los descritos en el pórtico norte. Hay que hacer notar que en los lados no porticados del patio, a la altura de estos aleros, se conservan los canecillos de esas crujías tan esbeltos y bien tallados como el resto.

 

Vista del pórtico sur

                

Detalle de los pilares, zapatas y canecillos en forma de proa del pórtico sur.

                Mención aparte merece la curiosa escalera, de la que se ha conseguido conservar el solado de la meseta que, partiendo de un tramo recto, se divide en dos para acceder a las diferentes crujías. Podríamos decir que es una versión doméstica y a escala morisca, de una escalera imperial de humilde traza.

 

Detalle de la escalera, con la meseta medieval conservada

 

                Otros de los elementos importantes que contiene la casa son las dos importantes estructuras de madera que cubren las salas baja y alta de la crujía norte, esquema que quizás se debió repetir en la crujía sur, pero que no ha llegado hasta nuestros días, pues la casa fue mutilada en fecha indeterminada (creemos que entre 1900 y 1939). En esa crujía, estableciendo un simple muro de cierre que hoy se abre, a través de lo que debió ser puerta de una sala, un magnífico mirador a los jardines y a la Alhambra. Estas dos estructuras son, en planta baja, un gran alfarje con vigas transversales agramiladas que, en el extremo oeste, aparece cortado por una viga apoyada en zapatas talladas, dando paso a otro pequeño alfarje de iguales características, pero con las vigas transversales, para marcar claramente el uso de ese espacio como una alhanía de retiro y descanso dentro de la sala principal. 

Encuentro del afarje de la sala baja central (izquierda) con el de vigas transversales de la alhanía (derecha).

 

            Pero, sin duda, el techo más interesante es la gran armadura a cuatro aguas, de par y nudillo, con tirantas dobles apoyadas sobre unos esbeltísimos canes trilobulados, con tricletas y un perfil totalmente original. El almizate de la armadura está compuesto por una sencilla, pero muy elegante, labor apeinazada de lacería de a ocho, en el centro y los cabos, que parte de un octógono en vez de una estrella, tal y como ocurre con los pares de tirantas que si están compuestos con estrellas de ocho puntas (Fotografía en la cabecera del blog). Al igual que la sala de abajo, al oeste un alfarje de vigas transversales marca la alhanía y, en el extremo este, la posible alhanía desapareció en fecha histórica al añadírsele un cuerpo sobre saliente, a modo de torrecilla. (LÓPEZ GUZMÁN, 1987)

 

Detalle de los canes de los tirantes de la armadura principal

        Todos estas techumbres están repintadas en época de su anterior propietario, don Alfonso de Borbón, príncipe de Condé, cuya azarosa vida fue relatada por Carlos Ballesta en su libro El misterio del Carmen. Pero en una cata que se realizó durante las labores de restauración se descubrió que, bajo el repinte, subsistían restos de la pintura original y ésta era muy similar a la que se realizó hacia los años setenta del pasado siglo.

 


 

                La estructura de la casa se completa con las típicas tacas, en las jambas de las entradas, y los arcos de celosías en altillo para el paso de luz y la renovación del aire de las estancias.En resumen, la casa, de un tamaño medio entre las casas moriscas conservadas, ha llegado hasta nuestros días en un magnífico estado, tras su restauración iniciada después de 1996, convirtiéndose en el contenedor de lujo para la colección de la Fundación, su museografía y su visita pública.


ENLACES DE INTERÉS:

Fundación Carlos Ballesta

Guerra de Granada de Hurtado de Mendoza 

 

BIBLIOGRAFÍA:

López Guzman, Rafael. Tradición y Clasicismo en la Granada del XVI. Diputación de Granada. 1987.

Orihuela Uzal, Antonio. Granada entre ziríes y nazaríes. En Arte y Culturas de Al-Andalus, el poder de la Alhambra. Patronato de la Alhambra. 2014. 

 


lunes, 2 de noviembre de 2020

INCORPORACIÓN DE UNA NUEVA OBRA A LA FUNDACIÓN CARLOS BALLESTA

 


        La Fundación Carlos Ballesta López inicia hoy una nueva etapa de divulgación pública de sus colecciones a la espera de una cercana apertura al público presencial. Esta nueva herramienta viene a ampliar el espectro de comunicación ya iniciado en su momento por facebook, instagram y la página web en donde se puede conocer todo el catálogo y otras noticias:

 http://fundacioncarlosballesta.com/

         

Bienvenidos desde los jardines de la Fundación Carlos Ballesta - Carmen de Aben Humeya

 

        Hoy, este blog, permitirá un mayor dinamismo y cercanía con todos los amigos e interesados en el arte, la historia y ese mundo tan apasionante como es la cultura mudéjar. Desde la Fundación Carlos Ballesta solamente nos queda esperar que sea del agrado de todos los lectores.  



LA CERÁMICA DE MANISES PRESENTE EN EL MUSEO

        Abrimos este blog con la noticia de la recepción de una nueva pieza en la Fundación, con destino a contextualizar la sala de la mujer dentro del Carmen de Aben Humeya en el Albaicín. Se trata de una estupenda pieza cerámica de tradición hispanomusulmana y mudéjar, de los talleres valencianos de Manises. A continuación la presentamos, comentando algunos detalles sobre la evolución de la técnica y los talleres en que se produjo, para a continuación dar alguna bibliografía y enlaces que al lector interesado en el tema seguro que le ha de ser útil.

 


 

PLATO DE MANISES

Cerámica de reflejo metálico.

Loza vidriada al estaño de color beige, decoración sobre cubierta en reflejo metálico de tonalidad cobriza.

Realizado a torno, conserva las marcas del atifle producidas durante la cocción

Pintado a mano alzada.

395 mm de diámetro por 90 mm de altura.

S. XVII

Al dorso aparece el número 45, probable catalogación en la colección de procedencia.

            Se trata de un plato cóncavo de Manises, con decoración de reflejo dorado cobrizo que representa un gran motivo vegetal que ocupa prácticamente todo el fondo del plato y se conforma como una gran palma abierta a partir de un vástago central que nace de una pequeña base. Podría asimilarse a la tradición islámica del árbol de la vida que aún quedara en el recuerdo en las fechas de la expulsión de los moriscos, a comienzos del siglo XVII. Alrededor de la decoración central aparecen motivos de clavellinas y hojas rayadas que escalan sobre el ala del plato, completando la ornamentación hacia el exterior con una orla de olas y dos biseles, siendo el del borde bastante ancho. Este tipo de piezas no era de uso doméstico, sino de exhibición en alacenas, vasares o la pared.

 

Detalle de la base del motivo vegetal con las clavellinas, las hojas rayadas y las olas.

             La técnica del reflejo dorado nace en el mundo islámico y consiste en la realización de tres cocciones. La primera endurece la pieza modelada, la segunda recibe una lechada de esmalte de estaño de color blanco y, quizás, algunas decoraciones en azul cobalto. La última cocción es la más importante y difícil de aplicar, pues es la que le va a otorgar los reflejos metálicos; compuesta de una capa de plata, cobre y almagra diluida en vinagre que, a baja temperatura y en una atmósfera reductora, sin oxígeno, fija los metales. Tras esta cocción la pieza ha de ser bruñida para eliminar la capa negruzca depositada durante el proceso (Mamolar Nevado, Tania. 2011).

            El Centro de producción cerámica de Manises proviene de la época del califato, pero cobrará su mayor calidad y producción tras la Reconquista del reino de Valencia. A partir de este momento, los hornos tradicionales regentados por mudéjares, comenzarán a producir una cerámica influida por las modas cristianas, al estilo de la loza dorada nazarí de los talleres malagueños. Según Tania Mamolar, en la historia de esta cerámica de reflejos dorados jugó un papel fundamental la familia Boil: En tiempos de Jaime I, el señorío de Manises pertenecía a la familia Luna, pero en 1304 ambos lugares fueron comprados por Pere Boil. Al poco tiempo, en 1323, este viajó al reino de Granada por orden del monarca para entrevistarse con el gobernador de Málaga, conocedor de la cerámica de reflejo dorado. Durante su estancia, es probable que se diera cuenta de la importancia artística y económica de esta producción, por lo que iniciará la gestión para el traslado de alfareros malagueños a Manises. De esta forma comienza a gran escala la fabricación de obra de maliqa [Málaga] valenciana cuya actividad se prolongará varios siglos, al contrario que la loza nazarí, que desaparecerá después de la Reconquista en el siglo XV.

 

Jarrón Fortuny del Museo Hermitage de San Petersburgo, s. XIV. Vaso tipo Alhambra producido probablemente en los talleres malagueños.

             

            A partir de este momento, la producción cerámica de Manises se enriquece con decoraciones tanto musulmanas como cristianas y consigue un amplio mercado internacional que sale por los puertos del Mediterráneo hacia Italia y Francia, e incluso Países Bajos e Inglaterra, aunque será Italia uno de los principales importadores. De hecho, el plato de la colección de la Fundación Carlos Ballesta fue adquirido en Sicilia, realizando pues, un viaje de ida y vuelta.

            Conforme iba avanzando el tiempo, se comenzó a prescindir de los botones y cordoncillos en relieve, así como del cobalto azul, centrándose la decoración en el reflejo dorado. A partir de la expulsión de los moriscos, la industria alfarera se vio alterada desapareciendo algunos hornos, mientras se retomaban nuevas decoraciones, la huella del torno se hizo más patente con un grosor de paredes mayor y no se ocultaan las huellas del atifle, los esmaltes no serán tan blancos y aparecen los tonos beige característicos de la época (Mamolar Nevado, Tania. 2011).

 

Detalle en el que se pueden apreciar las marcas del atifle durante la cocción.

 

             Tenemos que reseñar que existen algunos ejemplares, similares al plato de la colección de la Fundación, tanto en el Museo Sorolla de Madrid, como en el Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias González Martí de Valencia. Concretamente, los inventariados con el 40587, 40588 y 40589 del museo madrileño y, los inventariados con la referencia CE1/01752, CE1/01753, CE1/01754, CE1/01755 y CE1/01756, del museo valenciano. Aunque todos ellos son de dimensiones inferiores al ejemplar que hoy presentamos.

 

A la izquierda plato de la colección del Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias de Valencia (fotografía de Pilar Záforas Gil). A la derecha plato de la colección del Museo Sorolla de Madrid.

 

ALGUNOS ENLACES INTERESANTES

FUNDACIÓN CARLOS BALLESTA 

Acceso al catálogo del Museo González Martí

Acceso al portal del Museo Sorolla 

 

BIBLIOGRAFÍA:

Berrocal Ruiz, Paloma y Algarra Pardo, Víctor M. “La loza de Manises en la época Moderna (siglos XVI al SVIII)”. Oficios del pasado, recursos patrimoniales del presente: La cerámica de Manises. Universidad Politécnica de Valencia, 2011

Coll Conesa, Jaume. “La loza decorada en España”. Ars Longa, nº 17, 2008.

Coll Conesa, Jaume. La cerámica valenciana, apuntes para una síntesis. Valencia, 2009.

Mamolar Nevado, Tania. Pieza del mes. La colección de cerámica de reflejos metálico. Museo Sorolla, 2011.

 

 


 

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